: El Mago y la Bruja (1ra Parte)

Nombre*:Mari Carmen
Género*:Fantástico
Título*:El Mago y la Bruja (1ra Parte)
:
Capitulo I

Soid

Me encontraba aguardando la llegada del metro, pensando en lo que quería hacer de mi vida. De repente una mujer cayó inconsciente a las vías. Un hombre saltó hacia donde se encontraba la pobre desmayada, la cargó y se la entregó a otros pasajeros que permanecían en el andén. Después de que la damisela estuviera a salvo, aquel desconocido héroe se puso enfrente del túnel por donde pasaba el metro. Las personas presentes le gritaban que se apartara de ahí, pero él hizo caso omiso. Nadie se atrevía a quitarlo de en medio de las vías por temor a ser arrollado. El metro hizo su aparición por el túnel, avanzando a gran velocidad. Todos cerramos los ojos mientras el suicida extendía los brazos. El ruido de los frenos del convoy era espeluznante, ensordecedor. Se detuvo quedándose a 28cm de distancia del hombre. El conductor salió rápidamente de la cabina del primer vagón. Uno de los policías de la estación se acercó corriendo. Ambos saltaron a las vías y s! ubieron al anden con el trastornado caballero. El policía cruzó unas palabras con el suicida. El conductor desalojó los vagones. El servicio fue suspendido mientras se tomaron las declaraciones y las medidas pertinentes.



Salí encabronada de la estación porque se me había hecho tarde, y me dirigí a la parada de metrobús más cercana, que quedaba a una cuadra. El metrobús tardó media hora en pasar, esto, aunado al tiempo perdido en la estación de metro, provocó que llegara impuntual a mi lugar de trabajo. El resto de la jornada laboral transcurrió con tranquilidad. A las 5:30 pm baje la cortina de la entrada de la tienda, en donde me desempeñaba como vendedora, para ir a mi casa.

Al llegar a metro Etiopía, en donde horas antes había ocurrido el incidente del seudo héroe, salí de la estación. Me dirigía hacia mi casa cuando vi al lunático, estaba recargado en la pared afuera del 7 eleven, tomando café. Pasé por enfrente de él apurando el paso, pero me detuve al escuchar que aquel individuo mencionaba mi nombre.

-¿Sorprendida?- dijo sarcásticamente.
-¿Cómo sabes mi nombre?- pregunté mientras lo veía por el rabillo del ojo sin girar la cabeza.
-Sé más cosas de las que te imaginas.

Por vivir en México, que no es precisamente el país más seguro del planeta, y los secuestros están a la orden del día, temí que el sujeto fuera un secuestrador que me había estado investigando. Estaba a punto de echar a correr, pero...

-Tranquila, se te cayó la credencial de elector. Fue una broma. No fue mi intención asustarte. Lo siento.
-¿Lo siento?- me acerqué a él quedando cara a cara –Deberías refinar tu sentido del humor- dije molesta arrebatándole la credencial – No tiene la más mínima gracia. Di media vuelta y me marché de ahí dejándolo solo.

Después de 10 a 15 minutos llegué a Ia casa, un departamento perfectamente amueblado en un bonito edificio: tres habitaciones, dos baños, cocina, sala y comedor, también cuenta con un balcón lleno de plantas, que mi madre riega minuciosamente cada tercer día. Al abrir la puerta de entrada, mi perra, una cruza dudosa entre maltes y french poodle, comenzó a saltarme haciendo uso de toda su juventud. Fui hacia el cuarto de la televisión a saludar a mi madre que estaba absorta en la computadora. Me senté en el sofá y encendí el televisor tratando de olvidar lo sucedido.

Cayó la noche y me fui a dormir. Comencé a soñar que me encontraba en un lugar fuera de este universo, en algún plano dimensional distinto al mío. Estaba siendo atacada por un ser mágico deformado de la cara. Me tenía levantada del suelo, asida por el cuello con sus rasposas manos y sus afiladas garras. No podía gritar por la presión que sentía en el cuello, que parecía que en cualquier momento se rompería. A punto de perder el sentido, antes de cerrar completamente los ojos, el deformado ser explotó delante de mí, liberándome de mi cautiverio. Desperté sobresaltada respirando con gran dificultad. Traté de volver a dormir, pero fue imposible, el miedo había hecho presa de mí. Permanecí con los ojos abiertos hasta la mañana siguiente.

Nada más salir el sol, me levanté de la cama. Amanecí con dolor de cabeza por la falta de sueño, me tome una aspirina y me senté a desayunar. Después de asearme salí de casa rumbo a mi trabajo. Pasaron las horas en la tienda sin ninguna novedad hasta que dieron las 5:30pm. Regresé a mi casa sin desviarme del camino.

Al llegar vi un sobre blanco con mi nombre pegado en la puerta. En el interior del edificio comencé a subir las escaleras hacia el segundo piso mientras abría el sobre y leía lo que estaba dentro.

"Lamento mucho que te hayas quedado con una mala impresión mía. De verdad nunca fue mi intención asustarte. Espero puedas perdonarme.

Atte.: Soid.

PD. Recordé tu dirección gracias a la credencial"


Después de leer la misiva, la doblé y la guardé en el bolsillo de mi pantalón. Abrí la puerta del departamento: saludé a mi madre, le puse la correa a Cocó, mi perra, y la saqué a pasear. Caminamos un rato para luego sentarnos en una cafetería. Me encontraba tomando un té chai cuando vi a Soid sentado en una mesa. Él me miraba y sonriendo levanto su taza a manera de saludo. Me levanté con mi té y fui hacia su mesa, corrí una silla y me senté.

-¿Me estás siguiendo o sólo es una casualidad encontrarte aquí?
-Veo que continúas molesta, pero no te estoy siguiendo, aunque tampoco creo en las casualidades.
-Ni yo. Dime una cosa, Soid ¿por qué intentaste suicidarte?
-Que directa. Un "¿Cómo estás?" hubiera estado bien para empezar.

Sinceramente esperaba que mis malos modales lo incomodaran y se fuera de ahí. Así nunca más tendría que verle la cara, pero...

-Es una larga historia
-No tengo nada mejor que hacer
-Bien. Yo no soy originario de aquí...
-Ya decía yo que tenías pinta de extranjero. ¿Alemán, holandés, danés?
-Mmm. Vengo de Sogam: un plano dimensional distinto a éste...

Después de escuchar esto no pude contener el sorbo, que recién le había dado a mi té. Le escupí inintencionadamente, y comencé a reír desaforadamente.

-No le veo la gracia- dijo molesto mientras se limpiaba la cara con una servilleta.
-Tienes mucha imaginación y un gran sentido del humor- dije al punto del llanto.

Soid se cruzó de brazos con la cara desencajada y, mirándome fijamente, esperó a que terminara de reír. No soy una persona a la que le den muchos ataques de risa, pero cuando me da uno no puedo controlarlo.

-¿Terminaste?
-Sí- dije secándome las lagrima y recuperando el aliento.
-Como iba diciendo, vengo de un plano dimensional distinto a éste donde era un gran mago, que ahora se ha quedado sin poderes.
-Sí claro, y yo soy Dorothy*- respondí incrédulamente, dibujando una media sonrisa en mi cara

Se levantó rápidamente y se inclinó sobre la mesa. Con una mano agarró parte de mi sudadera a la altura de mi hombro. Me acercó hacia él con gran fuerza y me dijo al oído:

-Es la última vez que me interrumpes ¿Quedó claro?- su voz se había tornado más grave y severa.
-¡Está bien, está bien!- contesté asustada

Me soltó y volvió a acomodarse en su asiento. Sentía que el corazón se me salía del pecho. Pensé en echarme a correr con todo y perra, pero probablemente la mesera hubiera salido a perseguirme, pues me habría ido sin pagar. Así que pedí la cuenta y esperé a que la trajeran para luego irme. Mientras tanto, Soid continuó...

-Mi maestro de magia era presidente de la OMU, Organización de Magos Unidos. De vez en cuando venía a este plano por cuestiones diplomáticas. En un viaje se enamoró de una... como tú, una humana. Él queria revocar la ley que prohibia cualquier tipo de relacion con un ser humano. Verás, ustedes están considerados como seres inferiores en la jerarquía dimensional por su incapacidad de pensar en alguien más, que nos sean ustedes mismos.

-Eso es mentira- dije frunciendo el ceño
-¿Eso crees? Lo único que ella quería, era casarse con él, matarlo y heredar la presidencia de la organización.
-No creo que tu maestro fuera tan estúpido como para enamorarse de un ser tan despreciable.
-¡Cállate!
-¡Escúchame! No sé cuál sea tu intención de contarme toda esta sarta de mentiras, pero la próxima vez que mandes callar a alguien, callas a tu chingada madre- dije mientras, en esta ocasión, era yo la que se levantaba de la silla, me inclinaba sobre la mesa y lo cogía de la camiseta, acercándolo a mí.
-Señorita, su cuenta- interrumpió la camarera, que permanecía a un lado de la mesa con los ojos bien abiertos.

Soid y yo miramos a la pobre mesera angustiada por la situación de la que era testigo. Solté a Soid y agarré la cuenta. Abrí el morral que llevaba conmigo, saqué el dinero exacto y se lo di a la empleada. Emprendí la huida cuando...

-¡Espera, por favor! Necesito tu ayuda
-Tú lo que necesitas es un psiquiatra- dije alejándome de allí.

Caminé rápidamente hacia mi edificio que no quedaba muy lejos, sin siquiera voltear una sola vez hacia atrás.

Eran ya las 8:00 pm cuando entré al departamento. Saludé nuevamente a mi madre. Nos sentamos a cenar y le conté lo que había pasado con el lunático, omitiendo algunos detalles.

-¿En serio? Pues ten cuidado, hay mucho loco suelto
-Lo sé, aunque seguramente no lo volveré a ver o al menos eso espero, de lo contrario llamare a la policía.

Terminadas de cenar, vi la tele un rato, hablé por teléfono con una amiga y después me fui a acostar como de costumbre.

Al día siguiente me levanté "muy temprano", desayuné, me bañé y tendí la cama. Encendí la computadora y me conecté a skype, el servicio de telefonía por inernet. Mi hermana estaba en línea. Le conté lo sucedido con Soid. En un principio no creyó nada de lo que le dije, bastante comprensible, pues parecía una historia sacada de la enrevesada imaginación de un escritor frustrado. Más tarde entendió que no me lo estaba inventando.

-Que miedo
-Ya sé- contesté ansiosamente –pero si intenta algo en mi contra, te juro que se va a arrepentir- dije pareciendo dispuesta a disparar, metafóricamente hablando, en defensa propia.
-Sólo ten cuidado
-Lo tendré... Hermana te tengo que dejar, he quedado con una amiga para tomar café
-Muy bien. Cuídate. Te mando un beso
-Igualmente. Nos vemos

Sonó el timbre y contesté el interfón, era mi amiga. Toqué el botón para abrirle la puerta del edificio. Mientras subía las escaleras, estaba esperándola en la entrada del departamento. Traía consigo un sobre blanco con mi nombre impreso.

-Toma, estaba pegado a la puerta

Esperaba que no fuera de mi acosador privado, pero que equivocada estaba.

-Gracias. Pásale, estás en tu casa.

Fui a la cocina: cogí dos tazas, calenté el agua en el microondas y la agregue a éstas, después añadí el café soluble. Platicamos largo y tendido del por qué le costaba encontrar trabajo. Al caer la noche, mi amiga se fue. Abrí la carta que hizo el favor de darme y decía lo siguiente:

"Estimada Mari Carmen:

Seguramente pensaras que soy una pesadilla, pero tienes que terminar de escuchar la historia.

Después de escuchar que mi maestro quería nulificar la ley, tome una decisión. Sin consultarlo con nadie determiné que lo mejor para mi maestro y para la organización era que ella desapareciera.

Viajé hasta este plano para encontrarla; una vez que la hallé, abrí un portal hacia Sajurb. Sajurb es el plano dimensional más peligroso de toda la jerarquía. Ningún ser humano podría sobrevivir allí...

Ignoro cómo mi maestro se enteró de lo que había hecho, así que me condenó a vivir sin mis poderes entre ustedes. Su perdón podría haberme salvado, pero murió en Sajurb intentando rescatar a María.

Estoy desesperado, no merezco estar en el exilio, lejos de mi gente. Por eso ahora que sabes todo esto, necesito que me ayudes a averiguar la manera de recuperar mis poderes.

Atte: Soid"

Después de leer la carta no me quedaba ninguna duda, estaba lidiando con un enfermo mental: un mitómano con rasgos psicóticos. Doblé el papel y lo tiré a la basura.

A la mañana siguiente, después de hacer todos mis menesteres en la casa, subí al metro y fui al centro de la Ciudad de México. Hay días que amanezco con infinitas ganas de comprar lo que sea, pero mi presupuesto es escaso. Caminé durante 4 horas seguidas hasta que empezaron a dolerme los pies, era hora de volver a casa.

En metro Etiopía comencé a subir las escaleras que daban a la calle. Después del 5to escalón, a la altura de mi cabeza, vi unos pies enfundados en un fino calzado marrón. Conforme subía la mirada, el cuerpo de aquella persona se iba descubriendo poco a poco: primero las piernas cubiertas con unos pantalones de mezclilla oscura; después el torso oculto en una camisa blanca, envuelta a su vez con una chamarra de piel café; y finalmente la cara de rasgos bien definidos, adornada con una amable sonrisa.

-¿Me ayudarás...?

Continuará...

*Lyman Frank Baum, El Mago de Oz.

© 2011 Ma. del Carmen Villar Holgueras

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