: La abeja del destino

Nombre*:daniel giraldo arroyave
Género*:Fantástio
Título*:La abeja del destino
Cuento:
Después de vivir la "mágica" experiencia de lo que es morir… o por lo menos si una parte de lo que puede ser, decidí contar mi historia, aquella que empezó un viernes 15 de abril del año 79. En aquel entonces tendría por hay unos 20 o 21 años y cursaba la universidad, pero lo más probable era que después de lo sucedido jamás volviese a ir. ¡Empecemos!
Era una noche fría y oscura, me acuerdo que descendí las escaleras y atravesé el umbral que se dirigía al baño central de la casa y mis dedos se aferraban a un cuchillo, mi muerte se aproximaba, así que di un vistazo a el espejo y admire por última vez mi condenado ataúd… aquel que en lo más profundo, guardaba algo que me atormentaba día a día; "mi conciencia".
Simplemente había llegado a un punto donde aborrecía todo lo que había en mi vida, empezando por la carga que solía ser para mi familia. Aunque a decir verdad, no estaba seguro de si era mi imaginación o era una realidad de la que cruelmente fui consiente…. Repugnancia y disgusto sentía por mi existencia, era una conmiseración que aumentaba mientras más miraba mi silueta en aquel polvoriento y triste espejo.
¿Saben? Mi vida era una miseria a pesar de tenerlo todo en casa, por lo menos si en lo que respecta a lo material. Mis padres se mantenían trabajando, nunca estaban en casa y por ese lado se suponía que debía estar lo "afectivo", pero no estaba. Ahora, volviendo a lo "material" descubrí que el simple hecho de tenerlo "todo" era lo que me agobiaba ¿acaso no podía lograr algo por mi propio merito? ¿Algo conseguido con mi propio sudor? Ese fatídico instante de interrogación, solo me llevaba a una respuesta… ¡mi vida es muy fácil!… y después, ¡eres un parasito! Gritaban en mi cabeza voces extrañas. Para acabar de ajustar, eso por lo que a veces me esforzaba y luchaba, aquello que producía en mí un mínimo de esperanza se me era negado.
Aunque ahora que lo pienso, pudo haber sido otra cosa la que me llevo al fracaso continuo; mi maldita incapacidad para relacionarme con los demás. De hecho mi abuelo antes de morirse me lo recordó muchas veces, como la vez que íbamos a tomar el bus.
- Consiga amigos, salga, relaciónese con los demás… usted ve a su padre, trabaja en una empresa y gana bastante dinero. Aparte de que tiene sus amistades que son gente importante. Si usted no interactúa con los demás, olvídese que va a llegar a alguna parte.
Luego puso como ejemplo a mi hermano.
- Mire a froy, tiene sus amistades, le va bien en la universidad y usted nunca lo ve en casa, ¿verdad? El caso es que las amistades nos abren distintos tipos de puertas que solos no podríamos abrir, a pesar de esto hay que escoger bien las amistades… es por eso que pienso que froy se va a defender mejor que usted en la vida.
Finalizo, sin escrúpulo alguno.
Continuemos. Al no ser un chico "rebelde" por así decirlo, mis padres creían que podían hacer con mi futuro lo que se les viniera en gana. Para ellos yo no pensaba, yo no sentía, solamente obedecía. Sin embargó esa noche las cosas darían un vuelco.
Me perdí en las pupilas de mi propio reflejo y pude ver aquellos videos recolectados por mi memoria, momentos en los que busque ayuda en la sociedad y no conseguí más que ser rechazado de todas las maneras posibles. A la final me aleje y termine viviendo la mayor parte del tiempo en "soledad".
Vi como era repudiado por mi condición de inadaptado social, no tenía "amigos" y mucho menos "amigas". De hecho las chicas no se me acercaban ni para pedirme la hora, y no sé si era imaginación mía pero creo que preferían quedarse sin saber la hora a tener que verse en la penosa obligación de preguntármela. Era como si todas ellas me odiaran y ninguna fuese la excepción. Fue con el pasar de los días que me di cuenta de que mi odio hacia ellas, empezó a aumentar… creo que demasiado. Además sus preferencias hacia los hombres se alejaban tanto de mí, que nada podía yo hacer ¿era tan difícil encontrar una chica que no te juzgara por tu apariencia física? Una que se interesara en tu pensamiento, en tus sentimientos… todo eso era lo que yo buscaba en una mujer, pero nunca lo pude obtener.
Antes de continuar con mi objetivo suicida, me pregunte si había alguien, aunque fuera una sola persona que se interesaba en mi existencia y llegue a la conclusión de que simplemente a nadie le importaba, por ende mi vida no valía, lo cual era un motivo más para desaparecer y hacerle un favor al mundo. En ese tiempo mi odio social aumentaba, mas no lo demostraba y pasaba desapercibido como lo hace un gato negro en medio de la oscuridad. Recordar y evocar todo esto solidifico la idea del suicidio.
El silencio en medio del estrecho baño con una ventana que parecía no respirar, era algo ensordecedor y a la vez sofocante. Pero puedo afirmar de que era una prueba más de lo solitaria y triste que era mi vida. Nunca fui como mi hermano froy, pues él era el universitario más sociable y extrovertido que podía existir. Tenía una gran confianza en sí mismo que hacía que los demás se le acercaran, incluyendo esas mujeres "hermosas" que terminaban excluyéndome.
Por lo cual era lógico que esa noche el no estuviera en casa y también era de esperar, que no llegase hasta altas horas de la madrugada. Por ultimo estaba mi hermana de la que prefiero no hablar mucho, solo diré que en esa época podía tener unos 23 o 24 años de edad y al igual que mi hermano era una universitaria muy "ocupada". Había algo de diferencia entre ellos dos, mi hermano trataba de evitarme cuando me veía en público y mi hermana no lo hacía. Más sin embargo le gustaba aparentar algo que no era cuando estaba en compañía de sus "amigos" es por eso, que yo terminaba aislándome de ella para no sentirme incomodo o hacerle pasar una vergüenza. Sobre todo cuando su novio ególatra, soberbio y todo lo que puedan imaginar, estaba cerca de lugar… era un patán que ni siquiera por el hecho de ser su novia la respetaba (Trate de hacerle caer en cuenta eso a mi hermana, pero era una completa estupidez ¿Quién era yo para darle consejos "amorosos"?) pero él solo la menospreciaba.
Aun así, a mi hermana eso de ponerse mascaras le resultaba muy bien sobre todo a la hora de interactuar con los demás. Ahí habían dos motivos (aparte de ser viernes) para tampoco estar en la casa.
Mis padres, justo ese viernes, decidieron darse un fin de semana de paseo por un pueblo. Por lo cual tampoco se encontraban en la casa… así que no había duda de que me encontraba solo y con un vacío en el pecho y un poco de abnegación, esperando la señal emanada por mi mente para poder llevar a cabo la aniquilación de mí ser... Sonreí macabramente mientras me miraba en el espejo. Estaba decidido y nada podía evitarlo.
¡Por fin dejare a la humanidad descansar!- pensé-.
Eleve el cuchillo de aproximadamente unos 30 cm, extendí mis manos hacia el frente de tal modo que la punta del puñal apuntara hacia mi pecho y espere unos segundos… como dándole oportunidad a la esperanza de aparecer. Pero nunca lo hizo.
Si lo pensaba más jamás lo terminaría haciendo, así que me dije "es hora" tome fuerzas, y aunque emocionalmente y espiritualmente no quedaban fuerzas, con todo el vigor de mis muñecas hice descender la daga hasta que atravesó mi pecho, llevándose por delante mi corazón. Me fui tendiendo en el suelo lentamente, el dolor era bastante, el dolor quemaba mi piel… pero era algo aliviador. Estando en el suelo, saque fríamente de mí pecho desgarrado el puñal y volví a enterrarlo sin tener compasión alguna. Mis manos estaban ensangrentadas pues la sangre brotaba de mi pecho como el agua de una casaca y mi agonía se extendía por sobre todo mí ser, proporcionándome una clase de placer tétrico.
No quise clavarme más el puñal, pues aparte de que ya no tenía la fortaleza física, tenía la firme idea de que debía morir lentamente y siendo consciente de lo que había a mi alrededor (quería decirle adiós a todo, antes de desaparecer.)
Y así fue, mantuve la conciencia durante unos segundos que me parecieron eternos, segundos llenos de dolor y sufrimiento pero que tal vez serian lo ltimo que volvería a sentir. Poco después fui entrando en una especie de trance, en la que ya no sentía dolor físico. Mi existencia se iba apagando y yo me sentía en las garras del éxtasis total. Mis ojos eran los únicos que respondían a las órdenes de mi cerebro, pero al igual que mi cuerpo estos se fueron apagando, más no del todo. Y justo antes de que mi espritu trascendiera a lo que puede ser denominado "el más allá" justo antes que mi alma se desprendiera de mi cuerpo, por la ventana superior del baño (ubicada a mi izquierda) fue entrando algo...
¡Una maldita abeja! Al parecer atraída por la luz.
". Mis oídos presenciaron el repugnante sonido de sus alas a más de 100 y se despertó en mí, un pavor que hace tiempo no sentía. Fue ahí cuando mis sentidos se agudizaron, y mi cuerpo comenzó a tomar "vida". Segundos después, pasó algo muy extraño y no sé si fueron alucinaciones mías…
Aquel insecto, que al principio solo se movía torpemente alrededor de la luz, se hizo más grande y sus ojos fijaron la mirada sobre mí. Alterado y con pánico me levante del suelo como pude pero no avance más de dos metros. La abeja se acercó a mí por los alrededores y sentí de nuevo aquel zumbido paralizante, que se hacía más y más fuerte.
Sentí escalofríos y mis pelos se pusieron de punta. Trate de alejarme del baño pero mis intentos no sirvieron. El repugnante insecto gigante se pozo sobre mi abdomen y sentí su caminar, fue ahí cuando volví a reaccionar y di un brinco. Por fin había salido de ese baño, ahora intentaba llegar a la puerta de la casa así fuese arrancando con las manos el suelo.
En ese instante aunque no lo crean y les parezca loco, el insecto salió del baño, esta vez más grande y con su aguijón apuntando exactamente a mi pecho herido, desgarrado y abierto. Lo que al principio solo era un suicidio aliviador, se convirtió en una pesadilla demasiado real y con un fin desagradable que no parecía llegar. A medida que la abeja se acercó, mi miedo creció aún más y no había nada que hacer. Trate de gritar, trate desesperadamente de alejarme de la abeja, pero no pude y cuando la tuve lo suficientemente cerca de mí, supe que no tenía otra opción que afrontar mi horripilante encuentro con la muerte.
Recuerdo esos ojos, esas alas de cucaracha y sin dejar atrás sus patas en forma de gusanos negros, como bañados en barro. Sus antenas se movían sobre mí y su rostro decía ¡morirás! Llegue a un punto en el que tuve el fuerte deseo de poder utilizar mi cuerpo para liberarme de esa bestia, pero era como estar envuelto en una bolsa de basura amarrada con una soga a los lados, era incapaz de responder.
Fue un infierno ver como se movía encima de mí, a nada de mi herida y a pocos centímetros de mi rostro. La abeja me miro nuevamente y pude ver en sus ojos saltones una risa endemoniada, después observe como alzo su desgraciado aguijón y lo enterró fuertemente en mi pecho.
¡No! ¡Ah!-Grite.
Más no de dolor. Fue más que todo el miedo a afrontar esa realidad que me invadía y no podía evitar.
La abeja saco el aguijón, y note el abstracto veneno depositado en la carne viva de mi herida, el cual se derramo casi hasta mi ombligo. Lo más extravagante de esto fue aquella palabra deforme que empezó a formarse en el interior de mi corte, que daba fin en la punta de mi abdomen.
"Solo yo se tu destino y solo yo sé cuándo vengo por lo que es mío.
La abeja se suspendió de nuevo en los aires, tal como un helicóptero. Y su boca que hasta entonces permaneció lacrada, fue artífice de una sonrisa malvada y siniestra, para finalmente esfumarse como si ahí nunca hubiera estado… o fue ella la que desapareció o fui yo, que me desmalle. Desde de eso no supe de segundos, ni de minutos, ni de horas, mucho menos de días, ni siquiera fui consiente de estar en un sueño profundo en el que me aparte de la vida terrenal y espiritual... Hasta que desperté en la habitacin de un hospital. Con aparatos en mis manos, en mi boca y con una venda muy suave alrededor de mi pecho. Y en frente mío una enfermera que me miraba asombrada.
-¡Doctor, doctor!- dijo ella- el paciente despertó.
-¡vaya!, hasta que por fin.- el doctor se acercó-.
Entonces yo pregunte con dificultad y algo confuso;
- ¿Ha… ¿hace cuánto estoy acá?
Y entonces la enfermera miro al doctor y viceversa… segundos después, el doctor contesto.
- Más de un mes jovencito… más de un mes.
En eso el doctor hizo seguir a alguien, era mi madre. La cual en medio de lágrimas me pregunto.
-¡hijo mío!, ¿acaso no pensaste en tu madre?
10 segundos después, le conteste con cierto impedimento.
-el... el... abismo.
-¿cuál abismo? interrogo ella sin entenderlo.
-El abismo del desprecio...
-¿avis... del desprecio?
-si... aquel abismo del que fui destinado a volver...
Angustiada me volvió a interrogar.
-¿Acaso no te agrada que hayas vuelto? ¡¿Te parece bonito que te intentaste suicidar?!
-El abismo me mostro lo contrario, cuando caía sentí que el frio exterior desaparecía, y la tristeza también.
Ella me beso la frente y me hizo jurar que nunca volvería a intentarlo. todos en casa hemos estado bastante angustiados por ti" termino.
Cuando dijo eso me di cuenta de que mi realidad estaba en el mundo terrenal y que si no termine tres metros bajo tierra, fue porque en el libro del destino "la muerte" es lo único desconocido.
Fin. Daniel Giraldo Arroyave.

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