: Bodegón

Nombre*:Gilmar Muñoz
Género*:Microrrelato
Título*:Bodegón
Cuento:
¿Que trae esa pasión a un pobre paladar que apenas lo disfruta? Que lo encuentra alejado de sus gustos, o de lo que en verdad esos tiestos figuran como modelos.
Por basto que sea el enfoque observado – sin que agrupen precisamente las líneas inherentes a su naturaleza – los ojos de quien todavía lame el lomo de sombras y caprichos calculados, reparen nuevamente en su quietud, su serenidad infinita. Resultado y consideración de lo inerte por extensión, tal vez.
Será por eso que ahora se vuelven enormes, como el silencio que acompañó a la mano hartada de, entonces, tonos amarillos al procurar definirlas exactas y regresar por las mismas rayas al siguiente día. Puede que se sepa o puede que nunca, pues entre la luz verde y el azul de las composiciones, el regreso a los placeres afirmaba que en torno a las abundancias y algarabías, las marañas del tiempo fueron bordeando sin precisiones las instancias que definieran su elaboración.
Quizás por eso convirtieron su oficio de cristal, su virtud de lirio, su apetito excesivo, en banquetes de inútiles expresiones. Ya que las frescas representaciones son como el paladar de quien las ha de saciar algún día, a sabiendas que nada podrá sobreponer las dudas de lo constatado, mucho menos continuar imperecederamente irreflexivo.
Porque aunque todavía sigan serenas de esperanzas (el frutero, las misceláneas) están de algún modo aferradas a los sueños, al común volver, ir o pasar; con la insistencia rara de los cubos y longitudes como extremos aparentes.

En casa, todavía la fría necesidad del espejo tiene que ver con la posición de las imágenes, a favor del desamparo en que se arrinconan las cosas. Simple, como una mecha de luz inseparable, confundiéndose a solas porque sí. Cualquiera en este momento las hubiera notado también, si no fuera porque los estantes antiguos fueron removidos. Hablo de los que hubieran servido de cuadro fiel o mesa de fruta perenne, que nos hubiera gustado ver no solo colgado en la pared, ocupando todo lo que deseábamos, sino también lo que merecíamos.

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