Nombre*: | Francisco Araya Pizarro |
Web Site (Opcional): | http://www.tumblr.com/franciscoarayapizarro |
Género*: | Fantástio |
Título*: | EL REINO ESTELAR |
Cuento*: | Las estrellas parecían suspenderse en un océano sin límites, cada una brillando como una promesa, o como un recuerdo. En el año 958 del Calendario Galáctico, la Vía de Fos se extendía majestuosa, uniendo miles de mundos habitados bajo la luz del Reino Estelar, el corazón espiritual y energético de la galaxia. Pero nada en el cosmos es eterno. La noche en que la oscuridad despertó, los observatorios de cien planetas registraron un fenómeno imposible: las estrellas comenzaron a apagarse, una por una, como velas ahogadas por un aliento invisible. —Se llama "Nébula Obscura" —murmuró la Reina Rosalind, su voz cristalina proyectada en el puente de mando de la nave insignia "Cometa Azul". —"¿Una tormenta cósmica?" —preguntó el capitán Mario Starr, ajustando la proyección holográfica. —"No. Una mente" —respondió ella con solemnidad—. "Una voluntad que desea el poder del Reino Estelar. Si lo obtiene, toda la galaxia se hundirá en las sombras". Mario observó el mapa tridimensional del espacio, donde millones de puntos luminosos —las estrellas— parpadeaban intermitentes. Cada una era una puerta. Cada una, un mundo. Y ahora, estaban siendo devoradas. El ataque de Nébula Obscura no fue una invasión común. No hubo ejércitos o naves. Solo un hechizo, una onda de energía oscura que recorrió los corredores cuánticos del Reino Estelar, fragmentando las estrellas y dispersando su energía vital por toda la galaxia. Cuando el polvo se asentó, el Reino quedó reducido a ruinas. Las torres de cristal flotante colapsaron, los flujos de energía se congelaron en el vacío. Y el corazón del Reino —la Gran Fuente Estelar— se apagó. Desde la órbita del planeta Lyrn-Bem, Mario observaba las secuelas. A su lado, su inseparable compañero, Todo Stirling, manipulaba los controles de la nave auxiliar Lux Avrora. —"Si Rosalind tiene razón" —dijo Todo mientras revisaba las lecturas—, "cada fragmento estelar está cayendo en un punto distinto de la galaxia. Algunos incluso más allá de nuestras rutas de navegación". —"Entonces iremos tras ellos" —respondió Mario, con la determinación que solo los héroes obstinados poseen. —"¿Los dos solos?" —"No estaremos solos. Duran y Louie están en camino. El comunicador del tablero parpadeó. Una voz femenina, firme pero con un matiz de cansancio, llenó la cabina. —"Aquí Duran Prince, ingeniera de la "Real Aurelin". Mario, tenemos coordenadas para el primer fragmento. Se encuentra en el sector Sigma 9, un mundo que antes pertenecía al Anillo Exterior". Todo sonrió. —"Parece que nuestra aventura comienza". Sigma 9 era un planeta extraño, con cielos de un azul casi líquido y selvas de cristal que cantaban con el viento. Allí, el primer fragmento estelar había caído como un cometa, incrustándose en una torre antigua. Mario, Todo, Duran y Louie descendieron en trajes gravitacionales. A medida que avanzaban por el terreno, los ecos del fragmento vibraban en sus visores, como una melodía. —"Está vivo" —murmuró Duran, fascinada—. "Este fragmento todavía conserva energía del Reino". —"Y también lo que lo destruyó" —respondió Louie, apuntando con su visor. Entre los árboles de cristal, unas sombras se movían. De la penumbra emergió una figura imponente: "Bowser Dark". Su cuerpo parecía hecho de humo y fuego. —"¿Creíste que podrías restaurar lo que yo ayudé a quebrar, Starr?" —gruñó, con una voz que hacía vibrar el suelo. —"No vine a luchar contigo, Bowser". —"Lástima. Yo sí". El enfrentamiento fue brutal. El aire chispeaba con energía y oscuridad pura. Mario esquivaba, giraba, descargaba su bláster, mientras Bowser contraatacaba con llamaradas de antimateria. Cuando la batalla alcanzó su punto máximo, Duran activó el resonador gravitacional. El fragmento estelar respondió, emitiendo una onda de luz que envolvió a Bowser y lo desintegró en una tormenta de humo. —"Solo era una proyección" —dijo Louie, mirando el cielo. —"Entonces Nébula Obscura sabe que empezamos la búsqueda" —concluyó Mario—. "No hay vuelta atrás". Tras semanas de viaje, la nave espacial "Real Aurelin". Se reunió con la Cometa Azul en el sistema de Arcturus. Allí, la Reina Rosalind aguardaba. Su nave —una catedral de luz suspendida entre las estrellas— irradiaba serenidad. —"Cada fragmento que recuperen reactivará una parte del Reino" —explicó—, pero también atraerá la atención de la Nébula. —"¿Qué es realmente esa entidad?" —preguntó Louie. Rosalind alzó la vista hacia las constelaciones. —"Una creación nuestra" —susurró—. "Una consciencia formada por la energía de las estrellas, nacida de nuestra arrogancia. Queríamos entender el origen de la luz… y terminamos dándole forma a la oscuridad". Mario comprendió entonces que la misión no era solo recuperar lo perdido, sino enfrentar un error ancestral. —"No podemos vencer a una idea" —dijo Duran con pesar—. —"Tal vez no" —respondió Rosalind—, "pero podemos redimirla". El siguiente fragmento estaba en el planeta Virelia, un desierto cubierto de ruinas flotantes. Mario y su equipo descendieron en medio de una tormenta eléctrica perpetua. —"Algo aquí está vivo" —dijo Todo, observando cómo las arenas se movían solas. Eran las Serpientes del Vacío, criaturas creadas por Nébula Obscura para custodiar los fragmentos. La batalla fue rápida y desesperada. Louie pilotó la nave por entre rayos de plasma mientras Mario saltaba entre plataformas, esquivando relámpagos que parecían conscientes. Duran, desde el módulo de ingeniería, logró sobrecargar los escudos de la nave, generando una explosión de luz que barrió el desierto entero. Cuando el polvo se disipó, el fragmento estelar emergió del suelo. Mario lo sostuvo con ambas manos. Por un instante, su mente se inundó de visiones: el Reino Estelar antes de su caída, Rosalind caminando entre jardines flotantes, niños jugando con luces que no quemaban. Y después… la oscuridad tragándolo todo. —"Cada fragmento tiene memoria" —dijo Duran, temblando—. "No son solo energía, son recuerdos". —"Entonces no estamos reconstruyendo solo un Reino" —murmuró Mario—. "Estamos devolviéndole el alma". Con cada fragmento recuperado, algo cambiaba en la galaxia. Los cielos se iluminaban con nuevas constelaciones, pero también surgían grietas en el espacio. De esas grietas emergían las huestes de Nébula Obscura, sombras que devoraban la materia y absorbían la energía vital de los mundos. Rosalind convocó al consejo estelar. Los líderes de los sistemas aliados asistieron por transmisión holográfica. —"Nébula está concentrando su poder en el Núcleo de Éter" —dijo la Reina—. "Si logra sellarlo, la galaxia entera quedará atrapada en una oscuridad eterna". Mario se adelantó. —"Entonces debemos llevar la batalla hasta ella". Los generales dudaron. —"Es una locura" —replicó uno de los almirantes—. "No podemos enfrentarnos a una entidad que no puede morir". Mario lo miró fijamente. —"Tal vez no podamos matarla, pero podemos recordarle quién la creó". El viaje hacia el Núcleo de Éter fue un descenso literal y simbólico. Las estrellas se distorsionaban alrededor de las naves. El tiempo parecía plegarse. En el puente, Duran observaba las lecturas del hiperespacio mientras Louie ajustaba el rumbo. —"Estamos entrando en el dominio de Nébula" —anunció Todo—. "Los sensores no responden". —"Entonces volaremos a ciegas" —dijo Mario, con voz serena. A través del cristal del puente, una figura colosal se formó entre los remolinos de energía: Nébula Obscura, o más bien, su rostro. Era hermosa y terrible. Sus ojos eran galaxias invertidas, y su voz resonaba dentro de las mentes. —"¿Por qué insistes en resistirte, Mario Starr?" —preguntó con tono de melancolía—. "¿No ves que la luz solo trae sufrimiento?. La oscuridad ofrece descanso. Silencio. Paz". Mario se adelantó. —"He visto mundos florecer bajo esa luz. He visto amor, arte, sacrificio. Si la oscuridad es paz, prefiero la tormenta". La entidad pareció dudar. Durante un instante, una chispa de humanidad —o de memoria— cruzó su mirada. Entonces estalló… Las naves de la flota aliada enfrentaban enjambres de sombras. El Cometa Azul resistía el fuego oscuro con sus escudos sobrecargados. Mario sonrió. —"No hay héroe que espera sobrevivir a su historia". Rosalind apareció proyectada en la sala. —"Mario, si lo haces, tu conciencia se unirá al Reino". —"Entonces nunca dejaré de protegerlos". Las naves aliadas abrieron fuego mientras Mario avanzaba hacia el núcleo, rodeado de energía estelar. Nébula Obscura apareció una última vez, ahora casi humana. —"No deseo matarte, Mario". —"Y yo no deseo odiarte" —respondió él—. "Pero debo terminar lo que empezamos". El resplandor fue tan intenso que la galaxia entera pareció detenerse. Todo, Duran, y Louie despertaron en el puente del Cometa Azul. —"¿Lo logramos?" —preguntó Louie. Duran asintió lentamente. —"El Reino Estelar… ha vuelto". En el espacio, las estrellas brillaban de nuevo, pero en el centro del mapa estelar, una figura luminosa flotaba entre constelaciones: Mario Starr, transformado en una constelación viviente. Décadas después, los niños del nuevo Reino Estelar crecen escuchando una canción que los navegantes entonan en cada viaje. Louie se retiró a un pequeño planeta, miraba al cielo y sentía que su hermano siempre lo estaba protegiendo desde el cielo estrellado. |
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